El papel de la familia en el proceso de rehabilitación del alcohólico

Imagen CC:  Marilyn Monroe and Carl Sandburg, Beverly Hills, 1962 | John McNab
El alcoholismo es una enfermedad muy difícil de tratar que afecta tanto o más incluso a las personas que rodean al enfermo, que al propio afectado. Hasta que una familia decide ponerse manos a la obra para atajar el problema de alcoholismo de uno de sus miembros, normalmente, pasa mucho tiempo y experimentan muchas situaciones desagradables.
El proceso de negación de la enfermedad no es exclusivo del enfermo, sino que la familia también suele pensar que se trata de un episodio pasajero que se puede solucionar sin la ayuda de profesionales o centros especializados. Según los expertos, una buena terapia consigue que el 80% de los enfermos se rehabilite al cabo de cuatro años, aunque el 10% puede recaer si abandona la conexión mensual con las asociaciones. Este porcentaje de éxitos se da únicamente en aquellas personas que cuentan con el apoyo de su familia durante el proceso de recuperación.
De una forma muy simplificada, ofrecemos una serie de consejos básicos de actuación para la familia en estas situaciones:

  • En primer lugar, hay que aceptar la situación y acudir a un centro que ofrezca asesoramiento. Puede ser un centro de alcohólicos o el médico de su centro de salud habitual.
  • Ser conscientes de que el alcoholismo es una enfermedad, no un vicio.
  • Buscar las pequeñas parcelas y valores de la personalidad del enfermo que aún permanezcan lúcidos y tratar de estimularlos.
  • Poco a poco ir informando al enfermo los pasos que se van a dar y, cuando sea posible, ofrecerle participación en la toma de decisiones.
  • Tratarle con cariño, interesarse por todo lo que propone y no desmentirle. Un alcohólico tiende a ser muy mentiroso.
  • Recordarle las iniciativas que antes le interesaban e intentar introducirle algunas nuevas.
  • Evitar hacer reproches a su comportamiento ya que esto solo le hará ponerse a la defensiva.
  • No rendirse, es un camino largo y difícil, pero nada de lo que se hace, es en vano.

Aunque el proceso es duro y complejo, hay que recordar dos aspectos clave: la fortaleza y la constancia. Para ello, conviene que no sea un único miembro de la familia el que cargue con toda la responsabilidad, sino que haya dos o más personas que se vayan turnando y que sean confidentes entre ellos para poder desahogarse.



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