El valor de las emociones

Imagen: Escena de la película ‘Del Revés’
En los últimos años, el fenómeno de la gestión y la educación de las emociones ha cobrado gran protagonismo en gran parte de los debates sobre el sistema educativo tanto desde el punto de vista de los centros escolares como el de la educación de los niños en casa. Tendemos a comparar el sistema educativo español con el de otros países del norte de Europa o determinadas escuelas de América que incluyen la educación emocional entre sus asignaturas obligatorias.
Se han escrito cientos de libros sobre el éxito que obtienen aquellas personas que consiguen un conocimiento avanzado y control de sus emociones. Y en las carteleras de los cines de todo el mundo está arrasando la última película de Disney Pixar, ‘Del Revés’ en la que las principales emociones de las personas cobran vida y dirigen la vida de los protagonistas.
A nuestro juicio, todo ello refleja la necesidad de un cambio en el sistema educativo que se queda escaso cuando se ciñe a la adquisición de conocimientos como está ocurriendo actualmente.
En este post nos gustaría hacer hincapié en la importancia del ‘enfado’, una de las emociones que junto con la ‘tristeza’ tratamos de evitar a toda costa en nuestros hijos. La película ‘Del Revés’ explica con claridad cómo estas emociones que consideramos ‘negativas’ son muy necesarias para el correcto desarrollo de los niños.
No sería muy normal ni nos gustaría que nuestro hijo no se enfadara si sus compañeros le pegan en el patio o si se mostraran indiferentes ante una situación de acoso escolar. Deben enfadarse. La psicóloga Begoña Ibarrola aseguraba recientemente en Barcelona que “el enfado sirve para poner límites a los demás. Es una emoción tremendamente valiosa para las relaciones sociales. Nos ayuda a ser proactivos, a decir que no estamos de acuerdo con los demás, que queremos cambiar”.
Según la psicóloga,  es necesario legitimar las emociones que sienten nuestros hijos, acompañarlos, celebrar la alegría, consolar la tristeza, entender el enfado y dar confianza ante el miedo, y no ridiculizar ni reprimir las emociones.
A medida que enseñamos a nuestros hijos a manejar su mundo emocional, les estamos dando recursos y estrategias para saber qué pueden hacer cuando se sientan atemorizados o tristes, qué potencial tiene esa tristeza pero también cómo ayudarles a salir de esa tristeza (estaremos previniendo una depresión).
Les podemos ayudar a ser optimistas, a vivir la vida con ilusiones, a ver el lado positivo de la vida sin negar el negativo”. Según Begoña Ibarrola, la gestión emocional es la capacidad de controlar y encauzar adecuadamente las emociones e impulsos perturbadores. Todos tenemos derecho a estar enfadados, pero como padres y madres debemos decirles: “Cuando te enfades, no debes insultar, pegar, agredir, romper… Puedes hacer otras cosas”.
Para ayudar a nuestros hijos a tener una buena gestión emocional, “primero, deben aprender a nombrar las emociones. Cuando ponen nombre a sus emociones, empiezan a poderlas manejar. Deben aprender a regular, expresar las emociones de manera adecuada.  Les tenemos que enseñar a entrar en calma. También necesitamos enseñarles que tienen que aprender a tolerar la frustración, porque se la van a encontrar en su día a día y no la podemos evitar. Y por último, aprender a pensar en positivo. Todas las oportunidades de la vida, del día a día, pueden ser oportunidades de gestión emocional.
Toda la información sobre esta ponencia y otras se encuentra en la página web  www.gestionandohijos.com que recientemente celebró un evento en Barcelona en el que reunió a los mejores expertos en educación de nuestro país.



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